El acantilado

Gathelic se erigía a veces majestuoso y a veces decadente, construido sobre una gran masa rocosa, junto al gran puerto marítimo. Se decía que lo habían construido con fuerzas oscuras y tenebrosas, mediante oscuros rituales y sacrificios humanos, ya que ninguno imaginaba que una obra de ingeniería semejante fuese posible hace más de trescientos años.

«Tal vez tuvieran razón, en parte», pensó Taras, contemplando la silueta recortada de Gathelic contra el cielo, bajo la luz rojiza de la luna del octavo mes. Si la gente común supiera o entendiera los poderes de la tierra que posiblemente hubieran sido utilizados para construir aquella obra maestra, tal vez no querrían vivir en ella. Gathelic oscuro, Gathelic rojo, imponente, observándote y juzgándote desde lo alto de la gran roca cuando te aventurabas a acercarte demasiado.

La luna de Gathelic, capítulo II.

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